lunes, 11 de junio de 2007

El funeral del reencuentro

En la antigua posada familiar de Tilcara, el desamparo y la humedad comparten colchón con Gonzalo, que nuevamente no puede conciliar el sueño. Las palabras de Mariano le originaron un conflicto interno que no lo deja apaciguar sus aguas. En los ojos color verde marihuana de aquel anciano pudo ver un poco del sentimiento que su abuelo siempre le propagó sobre la amistad, pero cada frase sobre ese asesinato encubierto sigue clavada en su mente como un punzón. El quería saber la verdad por amarga que fuera, pero no sabía que lo iba a enfermar tanta sinceridad.
Pese a no quejarse, el joven irradia tristeza. Las paredes mojadas con vapor destilan desdicha, esa misma que trepó acompañada por la verdad y se incrustó silenciosa en cada uno de sus poros. El alto cielo raso le dice con malicia que nunca lo podrá alcanzar, ni a él ni a sus objetivos. Pero aunque el amanecer lo recibe con una sonrisa maquiavélica, se alegra de poder volver a ver el sol. El anhelo de ser feliz se apodera de él, lo hace juntar esa fuerza heredada que lo caracteriza y decide levantarse a luchar contra la vida, que lo tiene acostumbrado a recibir golpes y alegrías alternadamente.
Los pasillos desolados de la hostería lo oprimen con un solitario eco, pero él sigue adelante. Con serenidad, llega al comedor del hostal pide un croissant para el recuerdo y empieza a hojear el diario del día. Cuando llega a la sección policiales, una fría burbuja se vuelve a levantar a su alrededor imponiendo temor y su corazón empieza a galopar a la par de las lágrimas que le humedecen el rostro…Sin saber que pasó, se sabe responsable de que la muerte haya tocado nuevamente la puerta de la Comunidad del Trébol.

Clarín
LOS FAMILIARES DICEN QUE FUE UN ASESINATO

Murió el presidente de Boca

El presidente del Club Atlético Boca Juniors, Nicolás Rocco, se suicidó ayer por la tarde en su casa de Parque Chacabuco. “Acá pasó algo raro. Mi viejo estuvo esperando ese puesto por años y estaba muy contento. Yo sé que él no se mató, alguien lo asesinó”, aseguró su hija al diario Clarín.
El dirigente fue hallado vestido con una vieja remera de Jamaica en su despacho alrededor de las cinco de la tarde, pero sus hijas llamaron a la Policía recién tres horas después. Los familiares no pudieron explicar lo que pasó en ese lapso de tiempo, pero según fuentes policiales se comunicaron con los amigos de Rocco, que ya estaban en la casa antes de la llegada de las fuerzas de seguridad.
Sobre el escritorio se encontró un viejo cofre donde el ex periodista guardaba efectos personales. “Es un típico caso de suicidio por depresión. Momentos antes de la muerte sacó su viejo arcón, se puso una remera que usaba en su juventud y estuvo viendo fotos de los amigos, de la familia. Además, no se encontró ninguna nota en relación con su muerte. Investigaremos, pero sinceramente no creemos que haya sido un asesinato”, aseguró el Dr. Granja, reconocido perito de la Policía Federal.
Luego de llegar a ser editor de rugby en el diario Olé, Rocco pasó a trabajar en la Oficina de Prensa del Club de la Rivera, donde en pocos años se convirtió en Director de Comunicaciones. Con el apoyo de los jugadores, el cuerpo técnico y gran parte de los representantes, hace dos años se presentó en las elecciones del club y le ganó por una ventaja aplastante a Mauricio Macri (h).
Desde que asumió en 2055, Rocco reforzó el plantel y consiguió todos los títulos que se jugaron bajo su mandato…

En esta oportunidad el sol no se hace presente en el cementerio de la Chacarita ni el silencio se erige como único dueño, ya que las gruesas paredes de la necrópolis no pueden amordazar los gritos de apoyo de la hinchada xeneize a la familia de Rocco. El funeral del presidente de Boca terminó hace varios minutos, pero alrededor del cajón todavía se encuentran once amigos de él, que insistieron en ser los encargados de despedirlo. Vestidos ceremonialmente de negro, corbata de seda, brillantes zapatos y un pin con forma de trébol, los ancianos observan el ataúd sin decir nada, mientras el oscuro atardecer alumbra tenuemente sus inexpresivos rostros. Con una voz que irradia paz, Mariano se acerca al cajón y rompe con el tenso ambiente que se había generado.

- Les iba a decir de juntarnos de vuelta, pero los tiempos se apresuraron. El nieto de Ariel está averiguando sobre la muerte de su abuelo y no le pude mentir. Sospechaba que podía emerger de vuelta y Leandro me lo confirmó cuando me dijo que su firma volvió a aparecer. Sabemos que está en las sombras, pero lo conocemos. Nicolás era mediático y asesinarlo a él fue una prueba que nos quiso dar para demostrar que puede jugar al borde del abismo sin caer. Pero por lo menos yo no voy a permitir que se lleve a nadie más.
Como si estuvieran dando una señal de respeto, las voces del exterior se acallan y el silencio se levanta como un muro de piedra entre todos los integrantes de la comunidad. Las arrugas de todos, la nieve en la sien en algunos y los anteojos en otros denotan el paso del tiempo, pero la esencia de la amistad sigue intacta y se respira en cada partícula de ese aire viciado de venganza. Nadie contesta con palabras, pero once cruces de miradas confirman la propuesta. Sin decir nada, se acercan al ataúd, sacan de un pequeño cofre una llave y un desgastado pedazo de tela, y guardan el arcón junto al cuerpo de su amigo. Vuelven a escena el silencio y la desazón, pero el agrio aroma de la revancha se adueña del ambiente. El abandono, el dolor por la muerte de la persona querida pasa a segundo plano. Lo que queda por delante es la venganza.
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En la fría habitación el aire es oscuro y parece condensarse en una lúgubre penumbra que se cierne inmóvil sobre una vela funesta. Las manos ya no están manchadas con sangre y la conciencia tampoco. El odio engendrado durante décadas brota con las dosis exactas que necesitan sus planes; y en vez de arrepentirse, cada víctima nueva le suscita un orgullo y una honra inigualable.

Un haz de luz de la luna entra solemne por la única ventana del cuarto y deja ver a un ojo de vidrio que irradia alegría aún sin tener vida. Con una sonrisa despiadada, el verdugo corta prolijamente cada artículo sobre la muerte de Nicolás Rocco, el último muerto que carga en el prontuario de su corazón. Minuciosamente los coloca cronológicamente detrás de las notas que recolectó diez años antes, cuando se cobró su primer difunto.

Tiene la certeza de que el disparo en la sien, la remera de Jamaica y la nota con su firma no influirán en las investigaciones de la Policía, que está convencida que fue un suicidio. Pero sabe que sí surtieron efecto en ese grupo de gente que le arruinó la vida. Luego de cerrar el segundo capítulo de su libro de los muertos, se recuesta contra la pared, corta su mano una vez más y vuelve a escribir con sangre ese apodo que tanto lo perturbó. Totonoto…

Mientras en el sótano el sombrío personaje planea cómo será su próximo ataque, a miles de kilómetros de allí Gonzalo fragua su vuelta a Capital plagado de culpas por la muerte del amigo de su abuelo. Aún ignora que es el nexo que la comunidad necesita para volver a juntarse.